Tener novio y fantasías evanescentes de estar con otra mujer fue la puerta de entrada...
domingo, 16 de septiembre de 2012
Ella, ella, ella, ella.
Hoy me levanté pensando que tu nombre apesta. Que no te soporto ni en la idea. Que los momentos sagrados para mí que vivimos juntas no te dejaron huella. Pasé por tu vida como si nada. Cuando me preguntan por vos tengo ganas de decir que ya estás muerta.
domingo, 12 de agosto de 2012
lunes, 6 de agosto de 2012
No debería pero...
Querer a alguien no debería ser tan complicado.
A veces te sacan las ganas hasta de intentarlo.
Será que ya no tengo 18 años tampoco tengo 50. Que tendrá que ver la edad?
Yo sé que ya ni sé lo que estoy diciendo.
A veces te sacan las ganas hasta de intentarlo.
Será que ya no tengo 18 años tampoco tengo 50. Que tendrá que ver la edad?
Yo sé que ya ni sé lo que estoy diciendo.
miércoles, 13 de julio de 2011
Turandot, cuento chino
En la China imperial reinaba un emperador que estaba desesperado porque su única hija, llamada Turandot, era fría, caprichosa, despiadada… y encima no quería casarse. El emperador, harto de esta situación, le dio un ultimátum:
- «O te casas o te echo del palacio sin contemplaciones».
La princesa aceptó, pero puso una condición: los pretendientes se someterían a una prueba, y si no la superaban, ella misma les cortaría la cabeza. Al cabo de los días, las cabezas de los pretendientes se amontonaban en el palacio, y la princesa ardía de satisfacción.
Pero se presentó un apuesto guerrero para afrontar el reto. La princesa le propuso un acertijo:
- «Lo mata todo, pero el agua lo mata»…
- «¡El fuego!», contestó el joven.
La princesa propuso una segunda adivinanza:
El joven contestó:
- «¡El hielo!».
Y llegó el momento del último acertijo:
- «Es un hielo que te da fuego, y cuanto más fuego te da, más hielo se vuelve»…
El joven pensaba sin encontrar respuesta, pero al ver a la fría princesa sintió tal ardor en su corazón que…
- «Turandot!», exclamó plenamente seguro.
Y la princesa no tuvo más remedio que caer rendida a sus brazos.
La mayoría de nuestros deseos los conseguimos con la sabiduría del corazón y no con la necedad de la violencia.
(Cuento tradicional chino)
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